
Así que hablemos claro, camarada: te escribo esta misiva sin respuesta posible (ningún interés tengo, vade retro, en sacarte del ataúd) porque cada mañana, cuando abro el correo y los periódicos, la bilis se me agria y el ácido clorhídrico del estómago amenaza con cavarme una úlcera, a base de disgustos. ¡Qué torrente de desatinos! ¡Qué bandada de tropelías! Entonces, pese a mi horror al tópico, acude a mi memoria una frase brillante de las tuyas, escribir en España es llorar, y las lágrimas ruedan por mis mejillas, vertiéndolas abundantes como los héroes de la Ilíada antes de pronunciar un discurso en hexámetros.
Mas no nos engañemos, pues mi llanto no brota de manantial sereno y ni siquiera es hijo de la ira, aunque algunos pudieran pensar lo contrario. Lloro por no reír, que es falta de respeto y de las grandes, cuando advierto qué poco ha cambiado la piel de este país y qué ralos progresos los de sus mentes más cualificadas, que hacen buenas las frases de un muchacho decimonónico y las repiten una vez y otra, esperando quizá que, con tanto sobarlas, ha de salir el genio, escaso en nuestros días, y zas, milagro habemus: el Consejo Regulador de la Marca Poesía Andaluza cierra sus puertas a cal y canto por quiebra técnica, el garito del Veintiequis hace lo propio por inanición, la fundación de turno se declara en bancarrota, cierta diputación que yo me sé dictamina regulación de empleo y se van a su casa los sátrapas, paniaguados, aduladores, correveidiles, alcahuetes, fulleros, trepas del verso libre ma non troppo y otra fauna menor que por esos pantanos medra.
Si esto sucediera, si los antólogos entomólogos se pincharan los cataplines con el huso de la Belle au bois dormant y los árbitros de la moda imitaran al noble Petronio, muchos zorrillas se lavarían la lengua y no insultaran nunca a su prójimo, a tontas y a locas, ya me entiendes, y dejarían acaso de repartirse el pastel, de negociar con los dineros públicos, de jugar con la inteligencia y el trabajo de los demás.
Sería hermoso, Mariano, y los jóvenes del futuro leerían tus artículos de crítica con talante muy diferente, mientras cada perrico se lame su cipotico, el lector, en su escaño, decide y el escritor escribe, que es lo suyo. En fin, hoy he tenido un sueño, como el hermano Martin Luther King, que era también de los nuestros. Mas tengamos, amén, la fiesta en paz.
© Domingo F. Faílde. Jerez, 2007.-