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13 de febrero de 2009

MONTSERRAT NEBRERA vs MAGDALENA ÁLVAREZ: DE LA FONÉTICA COMO CORTINA DE HUMO



A la señora Montserrat Nebrera no le gusta cómo hablamos los andaluces. Que un catalán defienda la lengua del imperio o utilice su ortología como rasero cultural y social a mí me parece de lo más sospechoso, sobre todo si tenemos en cuenta la militancia de esta diputada, afecta a una derecha poco proclive a veleidades nacionalistas ni otras heterodoxias que las bonitas piernas de la señora Sáez de Santamaría. En vista de lo cual, como pensar es libre, imagino a doña Montserrat ejerciendo de señorona y mirando por encima del hombro a esos malencarados charnegos, que llegaban en tren con diez duros en el bolsillo y una muda zarrapastrosa en la maletita de cartón piedra. Sería –sigo pensando- de aquellas que decían a su santísimo: tú me haces los pobres y yo les pongo la tómbola.
Seguro, sin embargo, que exagero y el león no es tan fiero como lo pinto, de manera que, erre que erre con mis malos pensamientos, imagino a la expedientada señora Nebrera contrita y penitente, preguntándose por qué coño la emprendió con las peculiaridades fonéticas de la ministra, cuando hubiese bastado con pedir su dimisión, como todo el mundo.
No me gusta hacer leña del árbol caído, de manera que, en vez de arrojar la primera piedra contra doña Montserrat, voy a ofrecerle el bálsamo de la comprensión. Su pecado –mucho más leve que el de doña Magdalena- consistió en olvidar que, a los naturales de la periferia, hacer chanzas de nuestra forma de hablar es peor que mentarnos a nuestra madre, y mire usted por dónde mare la llamamos en el profundo sur y mare la llaman en Catalunya.
A todo esto, hablando de cuestiones más livianas, hemos sobreseído la principal: mientras sacamos punta al esperpento y la señora Nebrera purga su torpeza dialéctica, la señora ministra se nos va de rositas, absuelta de sus fallos garrafales por obra y gracia del don de lenguas.
En fin, no es para tanto. Los andaluces, para bien o para mal, hablamos como nos da la realísima gana, y quien no quiera oírnos tiene bastante con apretarse la jáquima, aquí, en Catalunya o en Katmandú. Otra cosa, naturalmente, es la gestión política de algunos. Pero, en materia de errores, quien esté limpio de culpa tire la primera piedra.    

© Domingo F. Faílde    
Jerez, enero, 2009.-