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7 de febrero de 2007

En butaca ajena

ÉSE es aquel que ayer no más decía: a) que el hombre de la butaca era un poeta malísimo, deleznable, lo peor de lo peor; b) que el hombre de la butaca era un capo mafioso, un comisario de la cultura, un nefasto gestor; c) que el hombre de la butaca trabajaba tan sólo para sí y sus amigos, ignorando a los demás, ninguneándolos; d) que el hombre de la butaca le había puesto los puntos, sacándole a la luz una edición vergonzante, fuera de colección; e) que el hombre de la butaca, bla... bla... bla..., el verso azul y la canción profana. Porque la vida, como dijo alguien, es trágicamente seria y, ya se sabe, Dios los cría y ellos se juntan, hoy por ti y mañana por mí. París bien vale una misa. Lo que es bueno para mí es bueno para todos. Après-moi, le deluge, ya se sabe. Ay, coherencia, coherencia, cuántos crímenes se cometen en tu nombre. Cosas veredes, amigo Sancho.
Ayer se dieron el pico, la mano, la alternativa. Leyeron, hablaron, comieron, bebieron. A los postres, como buenos hermanos, decidieron repartirse el pastel. En una viga, al fondo, el Iscariote se balanceaba.       


© Domingo F. Faílde. Jerez, 2007.-