Tengo un enemigo en Jerez. Atrincherado en el heterónimo de La Perra, actúa como un hijo de tal madre y, si no me ando listo, me llena de cagadas este blog: tonterías, aquellos viejos rótulos -Juanito maricón, Pepe tonto-, que cualquier soplagaitas grababa en los pupitres, quizá porque el primero sacó un 10 en literatura o el segundo le había pisado la novia; ya digo, estupideces, que si soy viejo y feo, que hay que ver lo mal que escribo, que soy mala persona y que coja mis bártulos y me vaya a Algeciras. Eso dice el barbián, que no tiene un tortazo bien dado en su faz garbancera, mientras sueña que el campo está libre y se queda con todos los pastos, ¡qué listo!
No contento con esto, amenaza en un blog, que abrió ex profeso como lanzadera de su mala baba (aunque se le olvidaran las huellas y el IP), con seguir dando caña, sin duda acostumbrado a cagar en lo oscuro como buen moscardón. Y es que el tipo, corniveleto, ya que no bragado, acomete con todas las armas de un cobarde y, falto de razón o cargado, más bien, de sinrazones, lloriquea su falsa adversidad, insulta, difama, descalifica, conspira, usa su escasa fuerza en ningunear y espera conseguir con míseras propinas las lealtades perrunas que sólo sus iguales podrían alentar.
No voy a dedicarle más espacio, pero ándese con ojo. Cuando se va de farra por el infierno, se dicen muchas cosas y uno termina por hacerse esclavo de sus propias palabras. Yo soy dueño de mis silencios... Pero, ay, como estallen...
© Del texto y la imagen:
Domingo F. Faílde. Jerez, 2007.-
No contento con esto, amenaza en un blog, que abrió ex profeso como lanzadera de su mala baba (aunque se le olvidaran las huellas y el IP), con seguir dando caña, sin duda acostumbrado a cagar en lo oscuro como buen moscardón. Y es que el tipo, corniveleto, ya que no bragado, acomete con todas las armas de un cobarde y, falto de razón o cargado, más bien, de sinrazones, lloriquea su falsa adversidad, insulta, difama, descalifica, conspira, usa su escasa fuerza en ningunear y espera conseguir con míseras propinas las lealtades perrunas que sólo sus iguales podrían alentar.
No voy a dedicarle más espacio, pero ándese con ojo. Cuando se va de farra por el infierno, se dicen muchas cosas y uno termina por hacerse esclavo de sus propias palabras. Yo soy dueño de mis silencios... Pero, ay, como estallen...
© Del texto y la imagen:
Domingo F. Faílde. Jerez, 2007.-